Arrecifes-Argentina, 1836-Buenos Aires, 1896
EL MISIONERO
Cuando el mundo pasado
La órbita del Olimpo recorría
En un cielo sin Dios, desamparado;
Cuando la ciencia idólatra mentía,
Y el arte corrompido blasfemaba,
Y en el estruendo de perpetua orgía
La miserable humanidad rodaba...
Abrió la Cruz sus descarnados brazos,
Con su gigante sombra cubrió el suelo,
Y el hombre en ella al estampar sus pasos
Sintiendo al Dios que el Universo encierra,
Alzó la frente al cielo
¡Y cayó de rodillas en la tierra!
¡Así la humanidad fue redimida,
Así el Cristo en la Cruz cambió su suerte;
Así desde el espanto de la muerte
A la inmortalidad alzó la vida!
Desde el polvo del hombre hasta Dios mismo
Sólo la Cruz alcanza:
¡Ella es la tabla en que salvó el abismo
Desde la tierra al cielo la esperanza!
Las creencias pasan, la razón vacila.
El ideal del arte se transforma;
La estirpe humana misma
Girando en el perpetuo torbellino
Donde la guía el resplandor divino.
Acercándose a Dios cambia de forma.
La ciencia balbuciente
Llama al dintel de la verdad en vano.
Sin encontrar siquiera
La ley que rige la materia inerte,
¡Y enciende el pensamiento soberano.
Que en la frente del hombre reverbera
Como diadema del linaje humano!
¿Qué ha sido de la espada,
Qué ha sido del poder y de la gloria
Con que la España deslumbró la historia
Al pisar en la América ignorada?
¡Lo que fue de la estela
Que en las olas del mar dejó el sendero
De la audaz carabela
Que guió de Colón la fe cristiana!
¡Sólo quedó la cruz del Misionero
Abrazando la tierra americana!
Con júbilo profundo
Lo ve la mente que la ciencia absorbe,
Lo escucha el alma en su esperanza tierna:
Todo pasa en el mundo,
Todo cambia en los ámbitos del orbe:
¡La Cruz sólo es eterna!
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