OSCAR ECHEVERRY MEJÍA


Ibagué-Colombia, 1918- Calima (Valle del Cauca), 2005

EL ASESINADO EN LA SOMBRA

Soy el que asesinaron en la sombra,
La muerte se ha tendido
A lo largo y a lo ancho de mi cuerpo,
Soy más oscuro que la noche
Peso cada vez menos, y en la tierra ocupo
Un espacio ignorado,
Mas ignorado que mi propia muerte.

Soy el que asesinaron en la sombra,
Nadie sabe mi nombre, hasta yo lo he olvidado,
Nunca tendré una flor sobre mi tumba
Porque no tengo tierra,
Ni siquiera la mínima para albergar mi cuerpo,
Nadie llora mi muerte,
Porque a nadie le importa si he vivido.

Soy el que asesinaron en la sombra
Las campanas no doblan por mi muerte
Pues lo ignoran, no he sido ni soy nadie
Y no tengo una lápida
Ni un nombre en ella escrito,
Porque, si un nombre tuve, se ha borrado.

Soy el que asesinaron en la sombra,
Mi muerte ha sido anónima al igual que mi vida.
Nadie me llama, pues no oigo, nadie
Me busca entre los pliegues de la tierra
Pues a nadie intereso. (Solo Dios me conoce.)

Y en tanto mis cenizas, se reintegran al campo
Y me convierto en savia,
Me olvido de mí mismo, y olvido que he vivido
Porque en el mundo fui tan solamente
Uno que asesinaron en la sombra.

EL HACHA

Viniste aquí en las manos poderosas
De unos hombres – espejo de heroísmo –
Como eco de sus músculos, lo mismo
Que el aroma es el eco de las rosas.

Fuiste semilla y gérmen de las cosas
Y sembraste de cantos el abismo.
Segó tu agudo filo el espejismo
Y el miedo de las selvas poderosas.

Diste luz, como antorcha, al hombre ciego
Cuando el brazo, forjado por el fuego
Como tú, te blandía en la montaña.

A tu presencia el árbol se hizo blando
Y sin rencor ni pena fue brotando
Cunas, techos y cruces de su entraña.

NOCTURNO

Esta hoja de otoño ahora cae
Sin regreso a su árbol. En el tiempo
La vida, a impulso de un otoño eterno,
Fluye sin pausa, ni retoño. Pienso
En la muerte que acecha en los rincones
En su abanico múltiple de fauces,
En su cuerpo sin sombra y en sus máscaras.

La vida en tanto pasa por mi lado.
Entre mis manos tengo
La cabellera fría de la noche.

Palpo las horas. Pienso en imágenes.
¿Es aquella la muerte? ¿Es esa ráfaga
Que me azota, el espíritu? ¿Es la máquina
Que ha pasado tan cerca de mi cuerpo?

Siento que es todo y nada, río extraño
Que va hacia atrás corriendo, sin orillas,
Polvo sutil que sube sangre arriba
Y obstruye el corazón. Oigo la muerte
Con su paso sin pasar. El vacío
Llega hasta el tiempo. Miro las estrellas.

Busco un rostro a la muerte y voy poniendo
Partes, igual que en un rompecabezas:
un perfume, una ausencia sin presencia,
una caricia, un grito, una llamada...
y me encuentro al final entre la sombra
Con las manos vacías y perdido.

PEQUEÑO POEMA

Pesas menos al aire que una flor a su tallo.
Ocupa en el espacio menos sitio tu cuerpo
que en el mar una ola. Y es más leve tu paso
que el paso de una nube o la curva de un vuelo.

Mi corazón es sólo una isla lejana
que rodea tu vida con sus olas de sueño.
Surges de este poema como el día del alba,
y por tu nombre mira la poesía al cielo.

Estás en la memoria de un perfume olvidado,
en la dulce comarca sin noche de mi voz.
Eres el horizonte del país de mi canto.
Descansa entre tus manos, como un ave, el amor.

Haces crecer el tallo diminuto del trino.
Tu edad canta en tus ojos su clara melodía.
En tus cabellos juega la brisa como un niño.
¡Eres un río humano que corre hacia mi vida!

Canciones sin palabras, 1947.

EL POETA CANTA A SU MUERTE

A la par que la vida me llegaste
-sin yo saberlo- un día ya lejano,
y por toda presencia, entre mi mano
tu inicial imborrable me dejaste.

Desde entonces te busco, sin que baste
mi anhelo de tu forma, sobrehumano,
pues cada vez el sitio es más arcano
de mi cuerpo, en que muda te ocultaste.

Yo sé que a veces por mi sangre pasas
y a su corriente efímera entrelazas
el ligero temblor de alguna estrella.

Y aunque en el sueño verte me parece
tu sombra al despertar se desvanece
y apenas en mi piel queda tu huella.

EL NIÑO

Tallo apenas del hombre, no se atreve
nadie contra tu suave omnipotencia.
Tu débil poderío sin violencia,
a tu menor deseo, el mundo mueve.

Con tu llanto la tierra se conmueve.
Haces de tus caprichos una ciencia.
Todo cambia en tu mágica presencia
si levantas tu mano blanda y leve.

Como un dios diminuto, te recreas
en destruir, pero en el acto creas
a tu arbitrio las cosas nuevamente.

Eres tan frágil como nieve y brisa
mas a la oculta fuerza de tu risa
el mundo se te rinde dulcemente.

ALLI ESTÁ ELLA

Donde haya un dolor o una querella
o haga falta la voz de la cordura;
donde se ansíe la corriente pura
del amor a la vida, allí está ella.

Si el corazón, atónito, se estrella
contra la sombra de la desventura;
si el alma se debate en noche oscura,
huérfana de esperanza, allí está ella.

Si hay anhelo de paz y de alegría,
si se persigue el don de la armonía
y el camino hacia Dios, allí está ella.

Si ya el torrente de la Fe no mana
y hace falta una fiel samaritana
con su pozo de amor ¡allí está ella!

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