LUIS CORDERO CRESPO

Surampalti, en Déleg, provincia del Cañar-Ecuador, 1833-Cuenca, 1912

AL GLORIOSO CERVANTES SAAVEDRA

A los trescientos años de haber nacido su inmortal don Quijote de la Mancha

I

Para irrisión de andantes caballeros, 
lanzaste el tuyo, de figura triste, 
tempestuoso filántropo, que embiste 
doquiera que barrunta desafueros. 

A su lado pusiste el de escuderos 
perfecto tipo, que al Manchego asiste 
sólo porque el Fidalgo le conquiste 
ínsulas en que hartarse de pucheros... 

¡Tal es la sociedad! Almas ardientes 
pugnan por el derecho conculcado, 
provocando la risa de las gentes; 

mientras un maula rústico y taimado 
sirve de Sancho Panza a los valientes 
por el plebeyo gaje del bocado. 

II

Loco es tu paladín; mas, su manía 
de amparar a dolientes desvalidos, 
castigando a bellacos y bandidos, 
a punto está de ser sabiduría. 

Al otro mandria, de cabeza fría, 
que todo lo refiere a los sentidos, 
¿qué le importan fazañas ni cumplidos, 
si al sórdido interés tiene por guía? 

Hidalgo el uno, la hermosura crea 
que corazón le acepte y homenaje, 
férvido adorador de Dulcinea. 

Villano el otro, sueña con el gaje, 
y, si en algo más noble se recrea, 
es sólo al recobrar a su bagaje. 

III

Desazones, derrotas, penitencia, 
todo lo arrostra el ínclito Manchego, 
que, encendido de amor en vivo fuego, 
milita en protección de la inocencia. 

El paje es un modelo de indolencia, 
a injurias mudo, para lidias ciego, 
muy discreto, eso sí, cuando entra en juego 
el tema de la propia conveniencia. 

El adalid, que al débil presta auxilio, 
deplorará, con frases peregrinas, 
la suerte de Cardenio o de Basilio. 

El mozo, de Camacho en las cocinas, 
vagará como en propio domicilio, 
engullendo perdices y gallinas. 

IV

Don Quijote es el noble visionario, 
por altos ideales aturdido; 
Sancho es aquel plebeyo buen sentido, 
que prefiere a la gloria el numerario. 

Si embiste el Caballero temerario, 
el mozo queda oculto o encogido, 
y ni palabra chista, si, vencido, 
no abandona el palenque el adversario. 

Blande el Hidalgo la pujante lanza 
sólo por la justicia y por su hermosa, 
que así de caballeros es usanza. 

El zafio una piltrafa apetitosa 
les pide a las alforjas, como Panza; 
don Quijote es poema: Sancho es prosa. 

V

El uno al natural, el otro al vuelo; 
aquél con su sarcástica simpleza; 
éste elevada siempre la cabeza, 
confundiendo al Toboso con el cielo. 

Arranques de piedad en todo duelo; 
lujo de cortesana gentileza; 
contra follones, varonil fiereza; 
de honrosos lances insaciable anhelo. 

Socarrón, el criado, le acompaña, 
sobre enjalma de mísero borrico, 
sólo por el botín de la campaña; 

y olvida el manteamiento y cierra el pico, 
porque su burdo cálculo le engaña 
con Baratarias que han de hacerle rico. 

VI

Tal es el mundo, ilustre Romancero: 
algunos, con la mente perturbada, 
imitan la ideal, pero arriesgada, 
profesión del Andante Caballero. 

Otros, como su rústico escudero, 
buscan lo material de la tajada, 
aunque agujas los pinchen; porque nada 
los enamora más que don Dinero. 

Armemos los Quijotes por docenas; 
montemos por millares a los Panzas, 
y tendremos del mundo las escenas, 

donde, al romperse quijotescas lanzas, 
estallen burlas y se lloren penas, 
producto de estrambóticas andanzas. 

VII

¡Cervantes inmortal!, ¡cuánta cordura
acertaste a encarnar en la demencia, 
haciendo de tu artista la excelencia 
perpetuo asombro de la edad futura! 

Moral, erudición, literatura, 
milicia, poesía y elocuencia, 
¡todo con la fantástica apariencia 
y el bizarro color de la locura! 

¡Sublime Manco, si llegase el día 
en que la humana sociedad agote, 
por deplorable caso, su alegría, 

para hacer que otra vez la risa brote 
en sonoros raudales, bastaría 
abrir ante los tristes tu Quijote! 

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