JOSÉ EUSEBIO CARO


"El hombre es una lámpara apagada; toda su luz se la dará la muerte"
José Eusebio Caro
Ocaña-Colombia, 1817 — Santa Marta , 1853


ESTAR CONTIGO


¡Oh, ya de orgullo estoy cansado,

ya estoy cansado de razón;
déjame, en fin, hable a tu lado
cual habla sólo el corazón!

No te hablaré ce grandes cosas;
quiero más bien verte y callar;
no contar las horas odiosas
y reír oypendote hablar.

Quiero una vez estar contigo,
cual Dios el alma te formo;
tratarte comoa un viejo amigo
que en nuestra infancia no amó.

Volver a mi vida pasada,
olvidar todo cuanto sé,
extasiarme en una nada
y llorar sin saber por qué.

¡Ah!, para amar Dios hizo al hombre.
¿Quién un hado no da feliz
por esos instantes sin nombre
de la vida del infeliz,

cuando, con la amarga desgracia
de amor doblado su poder,
toda su alma ardiendo vacía
en el alma de una mujer?

¡Oh, padre Adán! ¡Qué error tan triste
cometió en ti la humanidad,
cuando a la dicha preferiste
de la ciencia la vanidad!

¿Qué es lo que dicha aquí se llama,
sino no conocer temor,
y con la Eva que se ama,
vivir de ignorancia y de amor?

¡Ay!, mas con todo así nos pasa:
con la patria y la juventud,
con nuestro hogar y antigua casa,
con la inocencia y la virtud.

Mientras tenemos despreciamos,
semtimos después de perder,
y entonces aquel bien lloramos
que se fue para no volver.

EN BOCA DEL ULTIMO INCA 

Ya de los blancos el cañón huyendo, 
Hoy á la falda del Pichincha vine, 
Como el sol vago, como el sol ardiente, 
Como el sol libre ! 

¡ Padre sol, oye ! Por el polvo yace 
De Manco el trono; profanadas gimen 
Tus sanias aras; yo te ensalzo solo', 
Solo, mas libre! 

Padre sol, oye ! Sobre mí la marca 
De los esclavos señalar no quise 
A las naciones; á matarme vengo, 
A morir libre ! 

Hoy podrás verme desde el mar lejano, 
Cuando comiences en ocaso á hundirte, 
Sobre la cima del volcan, tus himnos 
Cantando libre . 

Mañana solo, cuando ya de nuevo 
Por el oriente tu corona brille, 
Tu primer rayo dorará mi tumba, 
Mi tumba libre ! 

Sobre ella el cóndor bajará del cielo; 
Sobre ella el cóndor que en las cumbres vive, 
Pondrá sus huevos y armará su nido, 
Ignoto y libre!

El huérfano sobre el cadáver
Este tu cuerpo es, pues, oh padre mío!
¡Padre! Ya no respondes. ¿Qué te has hecho?
¿Eres acaso el cuerpo inmóvil, frío,
Que yace aquí sobre este aciago lecho?
¡Oh, no! que hablabas, y este cuerpo calla,
Calla y nunca hablará: tu lengua muerta
Fija, trabada al paladar se halla,
Y la vida en tus ojos no despierta.
Al recibir mis últimos abrazos
Ayer de amor tu corazón latía,
Y me estrechaban con afán tus brazos,
Y una lágrima en tu ojo se veía.

Y hora te vas… ¡ah! ya te fuiste… y nunca,
¡Oh! nunca… ¡No! vuelve otra vez siquiera.
Vuelve; que ya mi vida siento trunca,
Y espera en ti mi amor que en nada espera
.................//........................
Y hora a tus ojos lágrimas no asoman,
Y hora en tu pecho ni un latido siento,
Y hora tus brazos yertos se desploman
Cuando enlazarlos a mi cuello intento.
¡Oh! ya no volverán nunca a abrazarme!
¡Oh padre mío! de mi infancia amigo,
Nunca ya volverás a consolarme,
Nunca a llorar ya volverás conmigo.
Y este cuerpo infeliz, manos de extraños
A hundirlo van en olvidado suelo:
Y sobre él volverán sin fin los años,
Y sobre él lucirá sin fin el cielo!
Y para mí las risas y alegrías,
Y las horas de amor, de luz, de oro
Vieron su fin; y desde hoy los días
Van a empezar de soledad y lloro.
De hoy más, bajo el hogar del extranjero,
Sin ti me sentaré solo a la mesa:
Y, como tú te fuiste, si yo muero,
Nadie a llorar irá sobre mi huesa.
Y un ser sobre la tierra que me ame
Como me amaste tú, buscaré en vano…
¡Ah! ¿qué me importa que haya quien me llame
Alguna vez amigo, esposo, hermano?
Sin el amor, ¿de amor qué son los nombres?
No logran engañar ni al que los dijo.
¡Ay! No verá de nuevo entre los hombres
Al que de veras me llamaba hijo.

Tú, tú me amaste, y sólo tú supiste
De amar mi sed, mi sed de ser amado;
Y a mí tu inmenso corazón abriste,
Y en él entré, y en él quedé saciado.

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