EDUARDO CARRASQUILLA MALLARINO


Bogotá-Colombia, 1887-San Justo (Bs.As.) 1925


SERENIDAD



Como lejano todo, como etérea la vida,

como inertes los centros del sentir corporal;
el corazón sin ritmos y la mirada ida
por un maravilloso panorama ideal.

Un vacío insondable donde la mente flota
pitagóricamente, bajo la flora astral;
un abismo sin límites en que, gota por gota,
exacerba una fuente su rezo musical.

Un largo viento cálido, sedoso, como una
caricia de tus manos, o como tus cabellos,
y un raudal luminoso que llena la oquedad.

Plenitud del espíritu, esotérico instante
en que –lejos la ausencia de vivir en la tierra–
invadimos el reino de la serenidad.

RUMBOS SUPREMOS

En la mente se agitan tempestades
que, como las del mar, enfurecidas,
nos arrojan contra las realidades
en que se despedazan nuestras vidas.

Zozobran el amor y al esperanza,
huyen medrosas nuestras ilusiones;
y al llegar nuevamente la bonanza
son náufragos allí los corazones.

Pero el fanal, que brilla eternamente
en el alma tenaz de los marinos,
sigue alumbrando en la negrura los

rumbos supremos... Y la altiva mente
prosigue sus indómitos destinos
sobre los mares en que el faro es Dios.

EL BRUJO

Una vez, en momentos de encanto
Una bruja de amor me embrujó,
Con sus ojos nictálopes, llenos
De fuego más fuerte, que el fuego del sol.
No pudiendo, desde ese momento
Ser ya dueño de mí, sucedió,
Que la bruja jugaba conmigo
Cual nadie en el mundo, con otro jugó.

La tirana vendóme la vista
Con un velo de loca ilusión,
Y sus dientes preciosos, se hincaron
En el fondo de mi corazón.
Como fruta que endulza el ensueño
Y que amarga, también, el dolor,
Fue para ella mi carne sensible
Y dióme su boca, nefasto licor.

Pero al fin, con alquimias y magias
A la bruja logré dominar,
Mis pupilas, de incendio iracundas
Sus hondas pupilas, pudieron quemar.
Desde entonces no supo la pérfida
Seguir siendo mi bruja fatal,
Y mis manos jugaron con ella
Cual niño con una muñeca banal.

Su mirada velé con el velo
De una trama sutil y falaz,
Y mis dientes mordieron su carne
Perfumada, con gesto voraz.
A su vez, fue mi fruta la bella
Amarga, meliflua, letal,
En su boca mis labios pusieron
El antídoto contra su mal.

Es así como ahora conozco
Los misterios de toda pasión,
Y doy filtros, consejos y drogas
A niñas que quieran, ser brujas de amor.

Letra : Eduardo Carrasquilla Mallarino (poeta colombiano) 
Música : Juan Carlos Bazán
Grabado por Carlos Gardel con guitarras. (sello Odeón Nº 18.165). (1926)

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