Ibagué-Tolima (Colombia), 1902-México, 1991
UN CABALLO EN LA SOMBRA
Montañas, sólo montañas.
Soledad de cielo y campo.
Nunca otra noche en mi vida
como esa noche de espanto;
de asolación en los aires
y poderío satánico.
Por medir la oscuridad
griten la sombra, angustiado
y el grito, profundamente
quedó en la sombra temblando.
Potestades, Poderíos.
Rondas luces, viento aciago,
y de pronto la presencia
de un caballo.
Era negro como el ídolo
de la noche, y un penacho
de crines atormentadas
cubría su cuello bárbaro.
Potro de climas indómitos,
nadie lo hubiera humillado
con el rigor de unas riendas
o la amenaza de un látigo.
Iba sin rumbos en la noche
por los caminos dramáticos,
y cabalgaba la muerte
sobre el poder de sus flancos.
Sentí caer en mi espíritu
la maldición de los astros;
grité en la sombra, en la sombra
por ahuyentar el presagio,
y el grito, profundamente
quedó en la noche temblando.
A la distancia, alaridos;
fatalidad en los ámbitos,
y un temblor como de fuga
de un caballo.
Después, silencios fatídicos.
Soledad de cielo y campo.
(De Poderíos)
EL CONVITE
Lo que hallaste en la mesa, justamente,
no fue sino el sabor de mi ternura;
un fruto sabio, un pan sin amargura,
y el agua de la vida allí presente.
Junté las manos y elevé la frente
para darte el amor, en la clausura
del corazón recóndito; en la albura
de la mesa ofrecida humanamente.
Toma de este manjar y que este vino
sea, en el dulce vaso diamantino,
la primera señal de nuestra alianza.
Yo soy la vida y tú el amor. Y el fruto
del encarnado amor, en el minuto
cuajó la eternidad de su esperanza.
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